La risa, cosa seria

A todos nos gusta reír. Por esta simple razón solemos tentarnos de utilizar el humor en nuestras presentaciones comerciales, ponencias o conferencias y en las comunicaciones escritas (tradicionales o digitales) (empresariales, profesionales o personales).

Es frecuente el deseo de iniciar un discurso con una broma, o intentar “romper el hielo” en una reunión con una historia divertida. Uno piensa que unas pinceladas de humor podrían ayudar a condicionar positivamente al auditorio, a los interlocutores o lectores de nuestros mensajes. Parece una buena idea, pero puede ser contraproducente.

El peligro inherente de utilizar el humor en la comunicación radica en que no siempre todas las personas a quienes les queremos comunicar algo encuentran que son divertidas las mismas cosas que a nosotros nos parecen “humorísticas”.

Podemos chocar contra una amplia gama de reacciones inesperadas, que nunca contemplamos que sean “posibles” ante lo que nosotros mismos (subjetivamente) consideramos “gracioso”.


Los guionistas y escritores experimentados advierten que la intención de compartir una broma o una historia divertida para “meterse en el bolsillo” a los interlocutores puede topar con alguno de estos problemas nada “simpáticos”:

  • La mitad del grupo ya conoce el chiste o la anécdota que usted presenta como novedosa o propia.
  • Varias personas entre la audiencia ya han recibido previamente el mismo chiste por correo electrónico.
  • Nadie lo entiende.
  • Alguien o varias personas del auditorio se puede/n ofender porque ven agredidas o ridiculizadas sus convicciones o creencias.
  • Alguien o varias personas del auditorio emite/n gemidos en lugar de risas.
  • Sólo una persona, o muy pocas de entre todo el auditorio, se ríe.

Pese a estos problemas, utilizar narraciones graciosas es una buena idea porque ayuda mucho para que su presentación resulte memorable a través del tiempo.

Cuando la cuota de humor es “buena” (habilidad para ser gracioso y la pertinencia de los recursos humorísticos con la naturaleza de la presentación), nuestros interlocutores estarán muy agradecidos por saber compartir nuestro humor con ellos. Ahora bien, es mejor que la gente esté atenta a lo que tenemos que comunicarles, en vez de que ellos estén expectantes de nuestro próximo chiste.

Si la gente, nuestros alumnos, clientes, colegas, maestros o público genérico, comienzan a estar más impresionados por nuestra histriónica forma de comunicar, seguramente van a recordar sólo nuestra histriónica forma de comunicar, pero no lo que queremos comunicarles. Y allí hay un problema.

El inconveniente puede ser una fuerte caída del prestigio como “ experto”, y una sustitución de identidad desde “cuánto sabe este ponente” a “qué gracioso que es este tipo”. Eso debería hacernos reflexionar profundamente antes de tratar de ser graciosos para hacer reír a los demás.

¿Mi consejo? Genere adhesión o motive afiliación, hacia usted y a su mensaje, con historias de interés humano. Son mucho más seguras y todo el mundo puede identificarse con ellas.

8 comentarios en «La risa, cosa seria»

  1. Supongo que lo importante es saber cúal es tu objetivo…¿Vas a hacer un monólogo de humor?. Tu objetivo principal es que la gente ría. ¿Vas a hacer una presentación?. Tu objetivo es conseguir que la gente te entienda y entonces el humor sólo es una herramienta, no un fin.

  2. Apreciado José Carlos, tu y yo hemos compartido hace unos días la conferencia de un desorientado «orientador» que incurrió en cuatro de los seis «peligros» enunciados ante un auditorio del que se estuvo riendo desde el principio hasta el final. Sobre todo, cuando nos abofeteó confesando como uno de sus mejores gags «humorísticos» que en su «tiempo libre trabaja» (cobrando un salario que todos los que estábamos allí pagamos incluído en nuestros impuestos. Ja… ja… ja.

    Lejos de ser «gracioso», me pareció hipócrita y lamentable; también me pareció que tu estabas de acuerdo conmigo… ¿o no? ¿me ha parecido?

    Celebro el humor. Creo que conoces mi naturaleza. Lo que trato de expresar es que, aún siendo gracioso, hay que tener «seriedad» a la hora que la gente atienda, entienda y aprenda lo que intentamos expresarle cuando damos una conferencia, o una clase, una instrucción, o un anuncio.

    Aquella «experiencia», que hemos compartido, me hizo reflexionar en este tema.

    Siempre pregunto (tu ya estás harto que yo te lo diga) «¿quieres que te diga lo que te gusta escuchar, o lo que necesitas saber?», el arte es decir como te gusta escuchar, las cosas que necesitas saber.

    Muchos «ponentes histriónicos» se quedan en la primera parte generando la emoción de la risa, pero dejan un hueco en el propósito de para que la gente los ha escuchado o leído.

    Uy… qué día llevo…

    No te lo tomes muy en serio...

  3. Bueno, es peligroso si no eres un tipo naturalmente gracioso, si no tienes el don del gracejo. Ahora bien, si lo tienes y además tienes el morro y la osadía de reirte de la audiencia en su propia cara te aseguro que no solo funciona sino que la gente no se entera de lo que le estás diciendo. Ríen y ríen sin sentido de que el ponente se está riendo de ellos. Algunos de los cómicos más famosos son también los más provocativos.

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