El trabajo en equipo se considera una cuestión “sagrada”, en donde imperan muchos mitos sobre sus bondades, pero en la que coexisten trampas que todos padecemos pero de las que poco se habla. Aun cuando todos asumimos que el trabajo en equipo es la mejor manera de realizar cualquier trabajo, también padecemos los huecos que provocan las disonancias cognitivas y alteraciones de las relaciones que se establecen entre sus miembros.
Con mayor frecuencia de lo que se publican y analizan los equipos sufren atrofias. A menudo algunos miembros del equipo ni siquiera están de acuerdo sobre lo que se supone están haciendo, algunas veces el líder no comprende cómo está configurado “su” equipo. Así, entre mitos, incapacidades y conflictos no resueltos son escasas las probabilidades de que un equipo vaya a hacer un buen trabajo.
La gente suele pensar que los equipos son “la democracia” y la manera eficiente de hacer las cosas. Pero los problemas con la coordinación y la motivación suelen socavar en la base a los beneficios de la colaboración, incluso cuando se tiene un equipo integrado por personas con buen talento. Así que tenemos dos goles en nuestra contra desde el principio.
Puede parecer una tontería decir esto, pero si usted va a dirigir un equipo, debe asegurarse primero que usted sabe que pertenece a él y que su actuación tiene que abarcar al conjunto de las relaciones interpersonales establecidas, los intereses particulares, a las metas generales y a las específicas (colectivas e individuales). Usted va a gestionar personas, no “proyectos”. No siempre los líderes tienen una noción acertada de quienes integran su equipo, quienes son sus proveedores y quiénes son sus competidores. Es más, a menudo los líderes confunden estos términos en función de sus propios intereses personales que ellos consideran como “los intereses colectivos”; error: los intereses de líder del equipo no son, necesariamente, los intereses de todos sus miembros.
llegar a su meta como complacientes sobrevivientes de un naufragio
Lo peor que le puede pasar a los miembros de cualquier equipo es llegar a su meta como complacientes sobrevivientes de un naufragio. Su prestigio personal queda muy deteriorado y la confianza que pudieran recibir de los demás (incluyendo sus futuros compañeros) se verá negativamente afectada.
La conducta del líder inoperante es crear la suficiente homogeneidad interna para no quedar al descubierto. Aquí cobra valor lo que se suele denominar como un “desviado”. Cada equipo necesita un “desviado”, alguien que pueda ayudar al equipo desafiando la manipulación de los líderes mediocres para mantener la homogeneidad que ahoga el aprendizaje y a la creatividad.
Paradójicamente es la búsqueda de la homogeneidad, mediante el cierre de los debates, y no el disenso lo que provoca el descarrilamiento del equipo ante los acontecimientos mal gestionados por sus líderes.
A menudo el “desviado” sale de la norma con un gran costo personal. “Desviados” son los individuos que están dispuestos a mostrar las fallas que nadie más está dispuesto a hacer explícitas en el seno de un equipo.
La desviación aumenta el nivel de la ansiedad de todos porque para unos genera una tensión para lograr persuadir que sobreviene un desastre y para otros es una turbulencia amenazante de un equilibrio que, aunque relativo, les permite completar sus expectativas a costa de todo lo demás: el beneficio colectivo, el prestigio del equipo y el futuro.
Cuando un barco navega a favor de la corriente, resulta extraordinariamente valiente que alguien se levante y diga: —«Tenemos que hacer una pausa y probablemente cambiar de dirección». Nadie en el equipo quiere oír eso. Por eso es que muchos líderes de equipo invierten grandes esfuerzos en reprimir a los desviados y tratan de conseguir que dejen de hacer planteos difíciles. Sin embargo, matar al “portador de las malas noticias” es cuando se pierde la posibilidad que el desviado evite que el equipo sea mediocre.
La grandilocuencia de los enunciados, ni las manifestaciones de buena voluntad contaminados con los intereses de los “náufragos complacientes” no garantizan buenos resultados.
Mario, aquellos a los que te refieres como «desviados» portan una «valencia» que, para un líder que no sabe muy bien lo que ocurre con su equipo, van recogiendo, muy a menudo de manera inconsciente, el sentir del resto de los miembros que lo forman. Además, tienen la fortuna, el valor, o la temeridad según se mire, de volcarlo en la primera oportunidad que se le presente.
Paradójicamente, y aunque exista un elevado consenso con el sentir del «desviado», el comportamiento del equipo será de desmarque absoluto. Incluso, sus miembros, pondrán cara de sorprendidos, como si lo que el «desviado» esta diciendo no fuera con ellos…
Si el líder no entiende como funciona su equipo » por debajo de la superficie» centrara su ataque en el desviado. Pensara que «muerto el perro se acabó la rabia» . puede, incluso, que lo despida…lo que probablemente no sepa es que otra persona, con una labor gregaria, inconsciente y en beneficio del equipo, ocupara su lugar. Y entonces…volvemos a empezar.
Gracias Fernando! Una reflexión interesante y particularmente necesaria. Seguimos empezando 🙂