En el corazón de cada iniciativa emprendedora que impulsa la creación de una empresa: se crea un «conflicto estructural» que, paradójicamente, a menudo representa una amenaza para la continuación de la existencia de su organización.
Parece raro pensar en que la misma fuerza que crea una empresa, puede llegar a ser la causa de su destrucción.
Este conflicto se puede resumir con la siguiente declaración: las cualidades necesarias para crear nuevas empresas, son las cualidades que a veces alteran fatalmente el buen funcionamiento de las empresas.
Esta idea, rara pero verificable muy frecuentemente, tiene soluciones bastante conocidas:
- No dejar apoltronar a la gente en la efímera estabilidad de un “buen negocio”.
- Motivar “sistemáticamente” disrupciones en los procesos y las vinculaciones con el mercado.
- Comprender que no basta con ser flexible: hay que ser plástico.
- En suma, el impulso emprendedor debe seguir presente en la habilidad empresaria.
El «conflicto estructural» deriva del hecho de que el emprendedor, quien ha tomado importantes riesgos personales y económicos, que ha trabajado día y noche para reforzar y promover su iniciativa poniendo en marcha una empresa, en algún momento descubre que el negocio está funcionando bien, puede sentarse a mirar cómo se desempeñan sus empleados como los viejos elefantes marinos que sobre lo alto del acantilado observan el comportamiento de la manada, puede relajarse y disfrutar de los frutos de su trabajo.
Pero el comportamiento típico de los empresarios es seguir participando activamente en el día a día las actividades de su empresa que, una vez pasadas las primeras etapas de su puesta en marcha, requiere procesos administrativos bien organizados.
La historia de las organizaciones comerciales está plagada de casos en los que el empresario no sabía cuál era el momento y la circunstancia para preguntarse a si mismo cosas tales como «¿Soy necesario o superfluo por aquí?» o “¿Qué competencia o habilidad debo desarrollar o fortalecer?”
Es propio de la naturaleza humana evitar formular preguntas acerca de respuestas que no se quieren o no es agradable escuchar.
Muchos empresarios desencadenan la ruina económica de sus empresas porque el calor de su impulso emprendedor fusionando deseos, visiones e ideas estratégicas, se fue sustituyendo en un helado campo de prejuicios sobre cómo deberían comportarse los clientes, sus empleados y la competencia.
Alternativa: crear programas de formación continua sobre “emprendedorismo”, pero para empresarios experimentados; ¿algo así como otorgar una matrícula como la que autoriza a conducir el coche?
😉
¿Por qué no?
Actualización del post (artículo relacionado): Emprendedores en el Proceso Emprendedor.
Una experiencia de «apertura de enfoques» tuve oportunidad de vivenciar en Talleres de innovación y creatividad. Lo que rescaté de los mismos fue la posibilidad de interactuar con personas con enfoques y soluciones extremamente heterogéneos para un mismo problema.
La riqueza, se hallaba en que los problemas que se abordaban en el taller, no eran estrictamente empresariales, sino generales y los participantes no eran necesariamente empresarios.
Lo que en cierto modo los homogeneizaba era su capacidad de pago de la matricula.