La sociedad en red es una maravilla, pero conlleva una pesada paradoja.
Dentro de las empresas, el capital social ejerce una significativa influencia en los modelos de la comunicación e información compartida entre los empleados. En la medida que existan vínculos confiables, sus interconexiones contribuyen a prevenir “embotellamientos” en el flujo de la información.
Hacia fuera, entre las empresas, el capital social es parte de su “activo intangible” que ayuda —sobre todo a los emprendedores fundadores de nuevas empresas o creadores de nuevas líneas de negocio— a cubrir sus huecos internos por falta de conocimiento y/o experiencia, en la medida que pueden encontrar los talentos (socios, o proveedores, o empleados) que completen sus deficiencias.
Los emprendedores comprenden y experimentan que el Capital Social se crea mediante la construcción y la gestión de las redes personales y profesionales; aún cuando no conozcan la teoría científica que explica este criterio, poseen el conocimiento implícito que las actividades del networking (vincularse, mantenerse vinculado y mejorar la calidad de los vínculos y de los contactos) permite mantener y desarrollar la propia estructura.
En los últimos años las redes emprendedoras se han transformado desde meras «cadenas de vinculaciones» para transacciones comercial y transferencia de conocimientos, a ser los principales motores del cambio cultural en las economías regionales.
En particular, las redes emprendedoras pueden constituir una clara voz, un vehículo, para establecer legitimidad de los emprendedores y los autoempleados ante los ojos del público y un instrumento de gran valor para abogar por las particulares necesidades de las micro y las pequeñas empresas a partir de toda la “miseria de los grandes, ricos y famosos” de las grandes corporaciones financieras e industriales que ha dejado al descubierto el formidable impacto de la subprime.
En muchos casos, varias redes han obtenido exitosamente financiamiento otorgado por organismos gubernamentales locales e internacionales e inversiones de fondos privados; también, se pueden encontrar ejemplos en los que el trabajo sincronizado de las redes de apoyo logran beneficios tales como la suspensión de ordenanzas municipales restrictivas que regulan operaciones comerciales en determinados vecindarios residenciales, entre otros casos.
La sociedad en red es una maravilla.
Pero conlleva una pesada paradoja.
Los noveles emprendedores, en principio luchan para superar los desafíos de su inexperiencia, necesitan tener acceso a los pares para obtener información, consejo y ayuda. Para establecer sus procedimientos productivos, administrativos y comerciales, la voz de «la experiencia» es a menudo la mejor guía.
Todas las recientes investigaciones científicas sobre la eficacia del entrenamiento y de la asistencia técnica en los procesos del start-up de nuevos emprendimientos, dentro de los programas de incubación, destacan la importancia del contacto interpersonal entre los incubados y los graduados porque ello mejora tanto las oportunidades para comenzar los nuevos negocios como para fortalecer a los que ya están en marcha.
No obstante todas estas evidencias, cabe considerar la paradójica situación en que, mientras madura un nuevo emprendimiento, los emprendedores tienen menos tiempo para aprender y una mayor necesidad para abocarse a la tarea de relacionarse con otros.
Identificar con quién establecer alianzas estratégicas y cómo construir esas alianzas requiere dedicación de tiempo, asignación de r€cur$o$ tangibl€$ (léase «recursos tangibles», o: dinero, indumentaria apropiada, inversiones en desarrollo web, merchandising…) y habilidades de desempeño personal que la enorme de los emprendedores «corrientes» no disponen.
Entiendo que este «post» necesita un análisis muy profundo de sus implicancias y soluciones; desde establecer con claridad qué significa «capital social» y qué alternativas existen que no sea invitar 100 personas a cenar al Ritz.
De hecho, estimado Mario, la existencia misma es una gran paradoja. Pero que maravillosa paradoja (según qué veces, claro) 🙂
Te deseo un feliz 2009.
Un abrazo.