El chico construye una columna altísima (con relación a su estatura). Yo estoy sentado a la mesa —desde donde tomo esta fotografía con mi teléfono móvil, disculpa la pésima calidad— pensando en cómo puede estar al tanto de lo que sucede en la historia del dibujo animado que se está emitiendo por la TV (encendida al fondo del cuadro) y concentrado en su «construcción».
El chico comienza a explicarme que se trata de un super edificio que, según creí entender, está equipado con una super máquina que hace no se qué «super-cosa». Cuando uno es «papá-abuelo» (60 y «empeorando») hay razones que vas dejando de escuchar para concentrarte más en las intenciones de lo que te están diciendo.
Me siento responsable más por lo que mi niño siente al construir sus fantasías, que por lo que él imagina que son cuando finaliza su proceso creativo.
El caso que es me explica que arriba están «los hombres que controlan la máquina»… Me intriga saber qué rol él se ha asignado. «¡Soy el jefe!», me dice sin dudar.
«Jé! —pienso muy orgulloso— ¡hijo de tigre!»
Le pregunto si su «Despacho» está allí arriba de todo, por sobre todos los demás «hombres».
Me responde — «No». Que él está abajo. Porque es «el jefe» y tiene que estar abajo diciéndoles a los hombres lo que deben hacer cuando van llegando antes de ocupar sus puestos… que tiene que controlar que no falte nadie y que nadie se deje a la «super-(cosa)» antes de tiempo porque si no: ¡puede explotar!
Si los adultos pudiéramos ser niños 5 minutos al día …
Cuanto podría cobrarme este niño por una hora de consultoría..?
Hace años leí una frase que decía, Los jefes trabajan 40 horas… al día!
Un sabio el pequeño tigre!
Lamentablemente el management durante mucho tiempo se alejó tanto de «la acción», pero bueno el TQM el foco en el cliente y algunas otras cositas aportaron bastante a volver a «las bases».
Un abrazo Mario!