seducir, persuadir y conducir versus mandar y controlar

Inconsistencia entre el patrón y el líder

La dualidad entre ser líder del equipo humano que trabaja en una empresa y ser el patrón de una empresa que tiene personas trabajando, plantea una tensión inherente entre dos enfoques aparentemente contradictorios: la gestión humana y la autoridad organizacional.
 
Como líder, el rol demanda empatía, escucha activa y las capacidades para seducir, inspirar y motivar, priorizando el crecimiento colectivo y la confianza.
 
Como patrón, en cambio, se asume la responsabilidad de garantizar los resultados, mantener la jerarquía y salvaguardar los intereses de la empresa, lo que a menudo implica impartir órdenes taxativas, a veces, impopulares.

La inconsistencia surge cuando la figura de la autoridad que ordena (el patrón). choca con la del guía seductor, colaborador, inspirador y empático (el líder).

Por ejemplo, un líder busca fomentar autonomía y creatividad mediante la persuasión y la conducción, mientras que el patrón utiliza el mando y el control para minimizar los riesgos.
 
El mando y el control genera desconfianza: el equipo percibe una brecha entre las promesas de horizontalidad y las acciones verticales.
 
Además, decisiones como recortes, exigencias de productividad o cambios unilaterales, aunque justificadas desde la lógica empresarial, erosionan el vínculo emocional construido desde el liderazgo.
 
Esta contradicción no es insalvable, pero requiere consciencia y equilibrio. Un verdadero líder-patrón debe integrar ambas dimensiones: ejercer autoridad sin autoritarismo, comunicar con transparencia las restricciones empresariales y negociar espacios donde el equipo se sienta parte de las soluciones.
 
La clave está en no reducir el valor de las personas como si se trataran de «recursos», sino en alinear los objetivos de la empresa con el bienestar del equipo, reconociendo que la cohesión humana es, en última instancia, el motor del éxito organizacional.
 

En esencia, la inconsistencia no radica en los roles en sí, sino en cómo se ejerce el poder: cuando el patrón olvida que su equipo no es un instrumento, sino un fin en sí mismo, el liderazgo se vuelve una paradoja vacía.

 

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