La presión para crear e integrase en redes globales impone cultivar una apreciación holística y un respeto profundo por las diferencias y las similitudes culturales. Las organizaciones del Siglo XXI necesitan líderes inteligentes capaces de gestionar (integrando) múltiples sistemas culturales.
La inteligencia cultural de los dirigentes ahora constituye el primer plano de su desempeño para poder trabajar, al mismo tiempo, sobre la diversidad y la inclusión.
Pulir la inteligencia cultural de los líderes, es una cuestión vital para el funcionamiento inter e intra-cultural en la economía global.
La capacidad para identificar y conocer las diferencias y las semejanzas que existen entre los diferentes grupos culturales, con los que se relacionan e integran las organizaciones contemporáneas, es un factor crítico para fijar las estrategias de conducción.
Cuando se aplica la inteligencia cultural se puede crear conciencia, el conocimiento y la tolerancia con relación a los diferentes patrones de comportamientos culturales que se presentan adentro y afuera de las organizaciones.
El aspecto más importante del liderazgo con inteligencia cultural es que constituye una estrategia para lograr competitividad a través de saber cómo aprovechar las similitudes por sobre las diferencias culturales adentro y afuera de cada organización.
Los sistemas culturales impactan sobre las organizaciones. Contrariamente a lo que podría suponerse no se trata de adaptar a las organizaciones ante diferentes configuraciones culturales, sino hacer que las organizaciones resulten más innovadoras merced a la integración de la riqueza que proporciona la diversidad.
Querido Mario,
siento esa misma preocupación y vengo haciendo un esfuerzo que reflejo en mi blog, por reflexionar sobre el liderazgo y la necesidad de redefinirlo y enmarcarlo en nuestra realidad. Como leí en algún momento, gran parte de la crisis de representatividad que vivimos se debe a la perdida del sentido de responsabilidad por el otro. Y ese otro, que siempre existirá, debemos integrarlo a nuestra realidad como un complemento en esa diversidad que mencionas en referencia a los sistemas culturales; y no como una distinción de aquello que «no es como nosotros». Un otro que incluya y de lugar, que resignifique nuestro mundo, y no que excluya, diferencie, aparte. El liderazgo personal, esa figura de pasos de lider que me gusta pensar, que implica la calidad de la respuesta a cada situación, y no tanto la magnitud de la oportunidad, es lo que necesitamos recuperar en cada uno para ir construyendo de a poco una cultura de liderazgo que pueda rescatar esa inteligencia cultural. En la sociedad en general que da genesis a las organizaciones, en definitiva en toda organización humana.
Gracias por seguir aportando tus valiosas interpretaciones !!
🙂 Apreciado Pablo, me pasé la vida «interpretando» hasta haber llegado a comprobar, en propia carne, la pobreza de haber estado más atento a «la magnitud de la oportunidad» (sic) que me podían ofrecer mis relaciones multiculturales, que a «la calidad de la respuesta a cada situación» (sic). ¿Tengo esperanza, Ingeniero, si rectifico? 🙂
que bueno sería que los que tienen que entender sobre pulir la inteligencia cultural, trabaje para ello, que se preparen para ello, pero no es asi Amigo, debería serlo sin duda.
«La capacidad para identificar y conocer las diferencias y las semejanzas que existen entre los diferentes grupos culturales, con los que se relacionan e integran las organizaciones contemporáneas, es un factor crítico para fijar las estrategias de conducción.»fantanstico…
Seamos optimistas, Adriana. El disloque que se comenzó a expandir desde las sociedades más desarrolladas como olas de tsunami van a provocar primero grandes estragos, pero cuando se repliegue “la marea” notaremos que ha cambiado “el paisaje”.
Yo tampoco prestaba atención a este tema hasta que emigré a otro sistema cultural de relaciones sociales y a veces me encuentro en medio de reuniones profesionales o sociales donde compruebo (desde ser “el diferente”) lo que todos perdemos al no integrar nuestras “diferencias” como un concepto de “beneficio”.