De la capacitación al empoderamiento

En tiempos de «deprivación» (la cara de la nueva pobreza) necesitamos renovar, además de las fuentes de la nueva riqueza, la manera en que ayudamos a crear y desarrollar la salud psicofísica y el rendimiento socioeconómico de las personas y nuestras organizaciones.

Desde hace un tiempo estoy tratando de dar forma al concepto de «empoderamiento emprendedor», intentando superar las formas tradicionales (en las que he dejado de creer) para formar emprendedores «al uso».

La «capacitación» no es una actividad independiente de las necesidades y la percepción de las prioridades de quienes son «capacitados»; sino que es parte de su cultura colectiva y «debería ser» un objetivo de sus propias iniciativas de autorrealización.

Resumidamente: debemos abandonar (porque ha dejado de ser funcional) las técnicas para capacitar competencias o habilidades para desempeñar funciones de dirección empresarial, para profundizar en procesos de mediación entre las personas y su entorno (social, económico y tecnológico) con vistas a facilitarles la auto modelación de sus propios talentos y talantes emprendedores.

La instrucción sistémica para formar «competencias» emprendedoras y cosas tales como la «estimulación de las virtudes emprendedoras» o «animar el espíritu emprendedor», funcionaron muy bien en tiempos en que la naturaleza del ser emprendedor estaba estrechamente asociada a cuestiones vocacionales de las personas; pero en el escenario de la deprivación: se ha trastocado qué quieren conocer las personas, cómo lo quieren hacer y en qué tiempo necesitan aprenderlo.

De hecho, la mayoría de las personas tienen iniciativas de emprender una actividad empresaria por cuenta propia sin ninguna clase de formación específica para aprender cómo hacerlo.

Las estrategias para formar y gestionar el talento humano ya no solo se pueden limitar al ejercicio de entrenamiento lineal (yo te enseño, tu aprendes), sino que tienen que promover la apropiación del destino de cada persona como un valor colectivo de la cultura.

En primer lugar, el empoderamiento personal requiere la creación de recursos provistos desde una «grilla de soporte» superior hacia abajo. En esta «grilla», deberían estar implicadas la administración pública, en especial los instituciones educativas de todos los niveles y las organizaciones sociales vinculadas a las actividades profesionales y económicas (sindicatos, asociaciones y cámaras).

Si no existe la contención adecuada para los riesgos que deben asumir las persona a quienes se intenta empoderar: éstas no asumirán el objetivo de modelar —en el presente— su destino como una prioridad de su futuro.

Lo peor que puede ocurrir en un plan estratégico de «empoderamiento emprendedor» es que las intervenciones desde la «grilla de soporte» se conviertan en promesas vacías para la gente.

También es necesario saber dónde están los senderos para transitar empoderando a las personas; es decir, tener referencias precisas sobre qué motiva a cada persona que se pretende empoderar, para incrementar la efectividad de las intervenciones.

Con este conocimiento de lo subyacente —a la superficie de la cultura— los planificadores y ejecutores de las intervenciones podrán facilitar los procesos mediadores entre las necesidades de realización de las personas, sus recursos y conocimientos para poder lograrlo. Las estrategias para fomentar el talento y ayudar a tomar iniciativas, tienen que ser adaptadas y específicas para cada destinatario como prerrequisito para fomentar su empoderamiento. De otra manera, proporcionando contenidos generales con metodologías universales, el resultado es la «ilusión del formador» que no se materializa en la ilusión del entrenando.

El «empoderamiento emprendedor» no puede estar en la lista de prioridades de todo el mundo en una organización o en una localidad; pero debe estar en la lista de prioridades de todas las instituciones educativas de todos los niveles y de las organizaciones regionales vinculadas al desarrollo económico y tecnológico (sindicatos, cámaras empresarias y asociaciones profesionales) si los países quieren conservar sus mejores talentos y seguir siendo competitivos cuando el mercado global se recupere.

 ¿Cómo? Simple.

Primero estableciendo el «empoderamiento emprendedor» como una Política de Estado superior a cualquier cuestión coyuntural, por ejemplo: el índice del desempleo. Se trata de una estrategia de crecimiento, no un paliativo parcial para la deprivación.

Segundo, como se trata de una prioridad: deberá reasignarse recursos mal utilizados en muchas actividades innecesarias y/o duplicadas.

Tercero, creando redes institucionales que colaboren entre sí aportando sus respectivos recursos de manera tal que se optimice el coste de las intervenciones y sus resultados a largo plazo.

Cuarto, estableciendo un plan concertado de evaluación periódica de los resultados con una escala razonable de premios y sanciones para las instituciones que no cumplan sus objetivos.

¿Quieres conversar al respecto de estas ideas?: contacto. Por supuesto, será valioso tu apreciado comentario.

14 comentarios en «De la capacitación al empoderamiento»

    1. Gracias por su atención a estos contenidos.

      No es otra cosa que compartir mi propia experiencia para aportar a todo el valor que la comunidad de educadores y emprendedores de los ecosistemas institucionales de Iberoamérica me han ayudado a aprender.

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