Decisiones tomamos hasta para establecer cuánta azúcar le ponemos al café, si le ponemos azúcar, o edulcorante, o nada… inclusive si es que vamos a tomar un café. Pensar “si es necesario decidir sobre algo” ya de por sí es “tomar una decisión”.
Obviamente, en cualquier actividad humana existen procesos de toma de decisiones ya sea para innovar o para conservar.
En política, educación, seguridad, en la gestión empresarial, para el diseño de productos y procesos, en salud… ¿dónde no es necesario saber tomar “buenas” decisiones?
“Saber Decidir” no es elegir una entre varias opciones de actuación; es saber elegir a la mejor opción, aquella que nos otorga el mejor beneficio posible limitando los riesgos de fracaso.
Decidir ser parte de la manada o el pastor
La clave está en cómo gestionamos a “la incertidumbre”, porque aún después de contraponer los pros y los contras la elección que aceptamos como “la correcta” sigue siendo incierta.
Sin duda, los factores subjetivos como nuestros prejuicios, tradiciones y creencias, nuestra experiencia previa y los condicionantes del ecosistema institucional y de la ecología social donde nos movemos modelan nuestras habilidades para tomar decisiones.
Una cosa es segura: tendremos que movernos siempre en terrenos inseguros. Algo que sabemos: tenemos que aceptar a la intuición como una forma de conocimiento válido.
Aprender a tomar decisiones no es, hasta ahora, “un tema” en la enseñanza convencional; más bien nos limitamos a entrenar sobre “buenas prácticas” de desempeño sin poner el énfasis en que las personas aprendan a diseñar “nuevas prácticas” para desempeñarse.
Pues bien, en eso he decidido trabajar ahora.
Menta o chocolate??? Por favor maestro: Menta Y chocolate.
¡JÁ! Grande, Silvia! (en Sevilla se extraña Freddo, Pérsico, Vía Flaminia… los helados son una especie de crema sintética con saborizantes y colorantes… una decisión que tengo que tomar es si «pescadito (léase «pesca’íto») frito» o «jamón ibérico» (léase «jamón-jamón) 😉