Obviamente, en cualquier actividad humana existen procesos de toma de decisiones ya sea para innovar o para conservar.
En política, educación, seguridad, en la gestión empresarial, para el diseño de productos y procesos, en salud… ¿dónde no es necesario saber tomar “buenas” decisiones?
“Saber Decidir” no es elegir una entre varias opciones de actuación; es saber elegir a la mejor opción, aquella que nos otorga el mejor beneficio posible limitando los riesgos de fracaso.
Decidir ser parte de la manada o el pastor
La clave está en cómo gestionamos a “la incertidumbre”, porque aún después de contraponer los pros y los contras la elección que aceptamos como “la correcta” sigue siendo incierta.
Sin duda, los factores subjetivos como nuestros prejuicios, tradiciones y creencias, nuestra experiencia previa y los condicionantes del ecosistema institucional y de la ecología social donde nos movemos modelan nuestras habilidades para tomar decisiones.
Una cosa es segura: tendremos que movernos siempre en terrenos inseguros. Algo que sabemos: tenemos que aceptar a la intuición como una forma de conocimiento válido.
Aprender a tomar decisiones no es, hasta ahora, “un tema” en la enseñanza convencional; más bien nos limitamos a entrenar sobre “buenas prácticas” de desempeño sin poner el énfasis en que las personas aprendan a diseñar “nuevas prácticas” para desempeñarse.
Pues bien, en eso he decidido trabajar ahora.
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Menta o chocolate??? Por favor maestro: Menta Y chocolate.
¡JÁ! Grande, Silvia! (en Sevilla se extraña Freddo, Pérsico, Vía Flaminia… los helados son una especie de crema sintética con saborizantes y colorantes… una decisión que tengo que tomar es si «pescadito (léase «pesca’íto») frito» o «jamón ibérico» (léase «jamón-jamón) 😉
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