La pereza tiene mala fama, pero puede ayudarte a crecer profesionalmente. Primero, porque nos impulsa a innovar y desarrollar sistemas más simples. Segundo, es más difícil que acabemos quemados con el trabajo. ¿Te ha ayudado la pereza en algún momento de tu carrera?
Es bien sabido que los hábitos de hipnagogia, algo que podría ser considerado como un estado temporal de «pereza», han facilitado los grandes momentos creativos de Salvador Dalí, Thomas Edison, Edgar Allan Poe, Isaac Newton, Beethoven o Aristóteles, entre otras grandes figuras, del arte, la ciencia y la tecnología.
Investigaciones de prestigiosos neurocientíficos demuestran que «dormir bien» es plantar la semilla de buenas ideas en diferentes fases del proceso del pensamiento y mejora sustancialmente la capacidad de aprendizaje.
El sueño y, en especial, momentos de «pereza» establece una gran diferencia en nuestra capacidad para resolver problemas y para entender lo que estamos intentando aprender.
El lado oscuro de la «pereza» es la «procrastinación»
Confundir ambos conceptos es un problema que sí perjudica a la productividad y a la eficiencia.
Cuando enfrentamos situaciones que preferimos evitar, se activan áreas en el cerebro asociadas con el sufrimiento.
Como es de esperar, nuestro cerebro busca detener esa estimulación negativa tratando de desviar nuestra atención hacia «otra cosa».
La procrastinación alivia el sufrimiento de lo indeseado pero no soluciona el problema que lo causa. Por su parte, la pereza, ayuda a ordenar el pensamiento e impulsar positivamente la actividad para comprender, aprender y producir.