Atrapados, sin emoción, en la razón

La conclusión que el mundo es un plano, que durante milenios determinó múltiples decisiones que modelaron la sociedad hasta nuestros días, fue creada por la simple observación de que los barcos que navegaban hacia “el horizonte” se caían literalmente del limitado cuadro de visión lineal: “aquello lo veo, lo puedo tocar, eso existe. Si no lo veo, no existe”.

Desde esta simple analogía de los barcos que alcanzan el horizonte, nuestra “mente colectiva” se ha ido llenando de suposiciones. La «verdad», siempre ha estado bastante reducida a unas observaciones empíricas (todo lo demás “tonterías”).

En general, las personas vamos quedando “capturadas” dentro de las ventanas de la vista de la línea de horizonte que somos capaces de percibir.

Olvidamos muy rápido los incidentes que modelan nuestras creencias y así cerramos el círculo por el que se van creando nuestros “hábitos”; a los que, para colmo de males, les solemos imprimir una cualidad de “inalterabilidad”. El resultado es la consolidación de nuestra “inflexibilidad”, mediante la formación de duras caparazones emocionales e intelectuales, y una habilidad sorprendente para “adaptarnos” a los cambios pero no para anticiparlos, y mucho menos para iniciarlos.

Desde todos los tiempos, la comprensión de “flexibilidad” es la clave para preparar a las personas para el «aprendizaje espontáneo», la innovación, el emponderamiento y el emprendizaje.

El aprendizaje requiere la capacidad de percibir una diversidad de puntos de vista antes de concluir “conclusiones” que resultan lesivas y socavan o corrompen el propio proceso del aprendizaje. 

Las “Conclusiones Lesivas” difieren de las “Conclusiones Inteligentes”, en gran medida, a nivel de las emociones.

Las “Conclusiones Lesivas”, si bien ayudan a contener «el miedo» a la pérdida potencial por errores que podamos cometer al innovar, exacerban (aceleran e incrementan desproporcionadamente) la tendencia natural —un mecanismo de supervivencia— a “evitar peligros”.

Dicho de una manera gráfica: el fuego quema, no cocino mis alimentos porque evito los peligros implícitos en el uso de una hornalla o un horno. No innovo, no tomo iniciativas, porque evito el conflicto del fracaso o la exposición pública de mis errores.

Pero si las emociones no se entienden, en especial aquella que hacer que evitemos utilizar la cocina, nos quedamos atrapados en la amenaza tan solo por el hecho que alguien nos sugiera un cambio en nuestro comportamiento.

Continuará…

6 comentarios en «Atrapados, sin emoción, en la razón»

  1. Mario, sin duda alguna podemos sentir mas de lo que podemos decir, esas miradas de arriba o de abajo hacen inhibirse a mas de alguno, la autocensura aniquila cualquier indicio de participación, los cangrejos de las organizaciones arrastran a su soledad a los que de alguna manera intentan ver el horizonte de otra manera, seguimos pues intentando día a día a caer parados…un abrazo

  2. Gracias Armando, pones énfasis en una clave que yo no consideré en mi reflexión y que tu apreciado comentario (¡felizmente!) «salva»: la «voluntad de transformación» del «interlocutor». Entiendo que esta idea tuya, involucra el talento de quien propone para crear las condiciones que permitan el surgimiento y el flujo esa «voluntad».

    En muchas situaciones dentro de «las aulas» y en «el trabajo» algunas personas tienen «voluntad» de involucrarse en las transformaciones pero «alguien» (del al lado, de abajo o de arriba) inhibe la acción con una simple mirada del tipo —»no me jodas, eso molesta y altera nuestro equilibrio».

  3. Sin duda alguna intentar educar en la seguridad es un reto diario, un reto que nuestro modelo pueda funcionar en otros, el horizonte se plantea como reto si educamos en el desafío de ir mas allá de lo que cotidianamente vemos, aunque nunca hay que olvidar que el otro tiene que querer…no podemos querer por el otro

  4. Gracias Daniel! Justo ayer, en España, se ha celebrado el Día del Padre («un invento del Corte Inglés» 😉 según dicen por aquí); así que tu pensamiento sobre ir hasta «la frontera» y «traspasarla» también me la quedo como un preciado regalo de tu parte (de padre a padre).

    Un profundo abrazo. Con la familiaridad que permite la distancia, la rica relación interpersonal que estamos construyendo y que me sorprendes (son las 3:40 am aquí) repasando un día particularmente intenso de trabajo.

    Mario

  5. Siempre estaré agradecido de los que me ayudan a pensar y allí te incluyo.

    Hace un tiempo que descubrí que la razón era una posesión de segundo orden.
    Lo descubrí cuando me rascaba el brazo por un fuerte comezón, allí me di cuenta que primero me rascaba y luego pensaba que no tenía que hacerlo. De manera que el hombre es un ser racional, es cierto, pero de segundo grado.
    Es la socialización la que inhibe a nuestras emociones y delimita nuestra razón.
    Recientemente se comenzó a hablar sobre la inteligencia emocional y a destacarla por encima de la inteligencia racional, pero como has dicho en otro de tus post “la formación nos deforma”.
    Todos los hábitos pueden ser modificados, todas las rigideces pueden flexibilizarse, pero son materias que no hemos cursado ya que ninguna de las instituciones de nuestro entorno las incluía en su currículo.

    Como corolario a mis falibles opiniones quiero copiarte una dedicatoria que les hice a mis hijos, en oportunidad de regalarles un pequeño libro de Saramago llamado El cuento de la isla desconocida. (y que me vino a la memoria leyendo el primer párrafo de tu post)
    “Este libro les muestra lo importante que es ver más allá de la línea del horizonte y lo determinante que es tener la audacia de cruzar esa línea”

    Saludos cordiales.

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